Algunos mensajes aparecen muy contradictorios.
Los analistas y comunicadores dicen que Néstor Kirchner quiere manejar a los medios para evitar su catástrofe política y personal. Y seguramente es cierto. Kirchner y la presidenta Cristina Fernández son casos raros. Han tomado medidas necesarias para la Argentina, mejorado la Corte Suprema, las jubilaciones, restituídos derechos a grupos olvidados, hicieron lugar a reivindicaciones, mejoraron los ingresos salariales de los más postegrados, sólo por nombrar los casos más emblemáticos.
Sin embargo también se enriquecieron fabulosa y sospechosamente, permitieron prácticas administrativas que la justicia está mirando con mucha atención y dinamitaron toda posibilidad de diálogo, aún con los grupos políticos más afines. Desairaron innecesariamente al mundo y maltrataron a propios y extraños, incluyendo sectores del campo y la producción cuyos reclamos con un poco de tacto y política se podrían haber encauzado
Pero esos mismos comunicadores, medios o analistas, son incapaces de revisar sus propias acciones. Sus discursos son esquizofrénicos. Mientras declaran que Kirchner quiere manipular a la opinión pública, ponen el grito en el cielo cuando se los señala a ellos de influir para un lado o para el otro, tendenciosamente, sobre la gente. Niegan tener el poder de filtrarse en la cabeza de las personas. Y niegan responder a intereses particulares o sectoriales. Y esa es la peor mentira.
El problema de la inseguridad es gravísimo. Sobre todo en el conurbano bonaerense. Y no hay nadie con la suficiente presencia mediática que pueda encauzar en el discurso y en la práctica, este desastre. Son todos como manotazos de ahogados. Declamaciones histéricas. Gritos desgarrados que se suceden una y otra vez en las pantallas de televisión. No es verdad que en el mundo pase lo mismo. Acá tenemos la morbosa costumbre de ver una y mil veces las mismas imágenes del drama. Y los medios cumplen con la consigna.
La inseguridad es real y trágicamente palpable, pero los medios se encargan de oradar todo el tiempo en la psiquis de las personas.
Todas las medidas reclamadas y anunciadas tienden a establecer la mano dura. Menos libertades individuales para todos en pos de una mayor sensación de que estamos protegidos de los delincuentes.
No se escuchó por parte de las autoridades, ninguna medida tendiente a contener a la enorme cantidad de chicos y jóvenes desamparados en la provincia de Buenos Aires. Nada sobre ellos, sólo garrote. Avanzar en la baja de la edad de imputabilidad, penar las caras tapadas en las protestas, detener por sospechas de merodeo. Nada sobre políticas sociales.
Los sectores conservadores reclaman esta mano dura. También reclaman que el gobierno nacional se haga cargo de los pobres. Y de los chicos desamparados. Pero exigiendo que no se pague con sus propios impuestos a "estos vagos que sólo saben salir a robar". Otra vez la contradiccíon.
No será posible imaginar una Argentina con presente y futuro sin dirigentes abiertos y generosos, que piensen en el conjunto más que en sus intereses personales o sectoriales. Tampoco si parte de la sociedad, la más poderosa que incluye a los medios, no revisa sus propias posturas mezquinas y autoritarias, y si no logran entender que solidaridad no es lo mismo que caridad. Mientras no se entienda que es urgente un fuerte cambio de rumbo que necesariamente hará que los que más tienen dejen de ganar tanto para que los que menos tienen puedan empezar a sentirse incluídos en algún lugar, no será posible una Argentina normal o en paz como declaman algunos con cierta demagocia.
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