domingo, 27 de diciembre de 2009

La política de Duhalde, la no política de Macri‏

Años atrás una de las jactancias duhaldistas era el buen manejo político de su jefe “porque sabe jugar muy bien al ajedrez”. Al menos hasta que Kirchner lo traicionó era así. A partir de esa traición, el odio y el afán de venganza fueron creciendo en Eduardo Duhalde con una potencia enceguecedora.

Luego también lo traicionaron Mauricio Macri y Francisco De Narváez, a quienes quiso prohijar. El primero llegó a considerar mala palabra a uno de sus mentores políticos y huyó espantado cada vez que Eduardo Duhalde o algún duhaldista se quiso sacar una foto o aparecer cerca suyo. Hubo varios episodios de ese tipo durante la campaña legislativa de este año.. De Narváez en cambio, tiene al yerno de Duhalde como uno de sus operadores políticos, y tiene a varios duhaldistas como laderos y armadores incondicionales. Por caso, Antonio Arcuri, cacique sanvicentino. Arcuri es una especie de casero de lujo de Eduardo Duhalde en San Vicente, que llegó a menejar 2 millones de dólares diarios, cuando era presidente del fondo de reparación histórica del conurbano bonaerense. De Narváez fue más vivo.. NO le dijo que no a los duhaldistas, les dijo que sí. Pero les advirtió que no sacaran la cabeza afuera, los mantuvo y los mantiene escondidos.

Esta semana Eduardo Duhalde volvió a mostrar que no es tan buen jugador de ajedrez. Y que su actual fama de estadista es una muy bien montada estrategia de marketing que incluye contarles a los periodistas que se telefonea casi a diario con Lula, con Felipe González, con Giovanni Sartori o que habla cada media hora con Eliseo Verón. Hay dos hechos en un mismo episodio que demuestran que todo es bastante menos sólido que lo que cuentan. El primero es su pésimo cálculo al lanzarse a la carrera presidencial. Carlos Reutemann, harto de las chanzas de Duhalde y su mujer, la senadora Chiche González, en una excelente nota que dio el fin de semana pasado, lo chicaneó: “que se lance nomás, yo ahora no estoy pensando en mi candidatura. Antes tenemos que pensar qué país queremos. No se trata de nombres, se trata de ver cómo construimos un proyecto colectivo”, le respondió el Lole. Y Duhalde a las pocas horas, entró en el juego.. Ese es el primer hecho que demuestra que Duhalde se mueve por impulsos de frenética venganza. Nadie seriamente piensa que puede remontar la malísima imagen que tiene entre los argentinos. Ni siquiera para ganarle a Kirchner y aunque sea el candidato del Clarín y parte del stablishment.

El otro episodio que demuestra que no sólo es mal jugador de ajedrez sino también un corto estadista, es que al día siguiente de lanzarse como candidato, arriesgó nombres para un futuro gabinete. Graciela Camaño, Alfredo Atanasof, Roberto Lavagna, Remes Lenicov. Salvo Graciela Camaño, que viene demostrando algunos cambios sólidos en su performance política, el resto es historia demasiado antigua. Y en algunos casos, demasiado oscura, como la de Atanasof. Duhalde no para de hablar por estas horas. Parece descontrolado. Nada bueno puede construirse desde el odio. Y él está parado sobre el resentimiento y la idea de la venganza.

Debe ser cierto lo que dice Julio Bárbaro. “Los duhaldistas están más preocupados por ver cómo reconstruyen ellos sus propias vidas que por el país”. De otro modo no se explica tanta desesperación.

Sobre Mauricio Macri ya no hace falta decir mucho. En éstas semanas volvió a demostrar que no tiene ninguna sensiblidad para la política y la gestión de la cosa pública. La renuncia de Abel Posse, ferozmente criticado hasta por su filósofo de cabecera Alejadro Rozicthner, a 11 días de haber asumido, terminó de desnudar la ineptitud. 10 puntos en caída libre según su propio encuestador Julio Aurelio. La broma más escuchada esta semana en distintos ámbitos políticos y sociales, fue que “finalmente Franco (su padre) tuvo razón al echarlo de la gerencia de todas sus empresas por inútil”. (Lo de inútil forma parte de la versión y no es una consideración personal) Aquella idea viene circulando calladamente desde hace años y las declaraciones que Franco Macri hizo hace unos meses al diario La Nación no hicieron más que abonarla. En aquel momento el jefe del clan dijo que Mauricio no podía ser presidente de la nación. Y todavía falta ver cómo se desarrolla la causa de las escuchas. Algunas fuentes bien informadas sostienen que hay elementos que comprometerían a la jefatura de Gobierno porteño.

En este marco, sería muy saludable que apareciera una figura que serene los ánimos.

Nada se puede esperar de Néstor Kirchner, que tensiona toda el tiempo.

La Presidenta que podría hacerlo, no parece poder controlar la situación personal que le impone Kirchner. Como venimos diciendo, buenas medidas de gobierno, son teñidas por el desorden, la crispación y la desconfianza. Por caso la reunión de esta semana con los empresarios para recomponer el diálogo y bajar rispideces. En medio, la decisión del juez Oyarbide, realizado en base a los peritos de la Corte, sobre el patrimonio de la familia presidencial, vino a sembrar más incredulidad y bronca.

Es imprescindible que aparezca una figura en condiciones de ponerse por encima de las diferencias y los trastornos. Que pueda ofrecer una mirada política superadora sin hablar ya de candidaturas. Los medios y los periodistas deberíamos empezar a observar mejor para determinar quién realmente puede plantear un proyecto abarcativo, y no deberíamos, los periodistas y los medios, estar todo el tiempo tratando de bajar al barro a todo el mundo, a la coyuntura más venenosa y vulgar. Es menester que alguien se ponga al frente y conduzca este proceso de necesaria reconstrucción. Sin discursos y prácticas refundacionales. Que conduzca un proceso en calma con opciones superadoras. Y no esta fantochada que desde la no política ensayó Macri, empapado de la cultura más básica de los empresarios mediocres, o que desde la política pretende imponer Duhalde con odio y resentimiento. Alguien, con criterio, sentido de la justicia, sensibilidad y capacidad que no se deje apurar y que entienda que esta vez, la Argentina tiene que ser un Estado. Un estado que incluso podría albergar la discusión sobre distintas naciones planteadas por los pueblos originarios.. Que contenga a las organizaciones sociales serias y sanas y no busque cooptarlas o desaparecerlas. Y que sepa explicar por qué algunos tendrán que ceder para que en la Argentina, de una vez por todas, entremos todos.

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