domingo, 27 de diciembre de 2009

La política de Duhalde, la no política de Macri‏

Años atrás una de las jactancias duhaldistas era el buen manejo político de su jefe “porque sabe jugar muy bien al ajedrez”. Al menos hasta que Kirchner lo traicionó era así. A partir de esa traición, el odio y el afán de venganza fueron creciendo en Eduardo Duhalde con una potencia enceguecedora.

Luego también lo traicionaron Mauricio Macri y Francisco De Narváez, a quienes quiso prohijar. El primero llegó a considerar mala palabra a uno de sus mentores políticos y huyó espantado cada vez que Eduardo Duhalde o algún duhaldista se quiso sacar una foto o aparecer cerca suyo. Hubo varios episodios de ese tipo durante la campaña legislativa de este año.. De Narváez en cambio, tiene al yerno de Duhalde como uno de sus operadores políticos, y tiene a varios duhaldistas como laderos y armadores incondicionales. Por caso, Antonio Arcuri, cacique sanvicentino. Arcuri es una especie de casero de lujo de Eduardo Duhalde en San Vicente, que llegó a menejar 2 millones de dólares diarios, cuando era presidente del fondo de reparación histórica del conurbano bonaerense. De Narváez fue más vivo.. NO le dijo que no a los duhaldistas, les dijo que sí. Pero les advirtió que no sacaran la cabeza afuera, los mantuvo y los mantiene escondidos.

Esta semana Eduardo Duhalde volvió a mostrar que no es tan buen jugador de ajedrez. Y que su actual fama de estadista es una muy bien montada estrategia de marketing que incluye contarles a los periodistas que se telefonea casi a diario con Lula, con Felipe González, con Giovanni Sartori o que habla cada media hora con Eliseo Verón. Hay dos hechos en un mismo episodio que demuestran que todo es bastante menos sólido que lo que cuentan. El primero es su pésimo cálculo al lanzarse a la carrera presidencial. Carlos Reutemann, harto de las chanzas de Duhalde y su mujer, la senadora Chiche González, en una excelente nota que dio el fin de semana pasado, lo chicaneó: “que se lance nomás, yo ahora no estoy pensando en mi candidatura. Antes tenemos que pensar qué país queremos. No se trata de nombres, se trata de ver cómo construimos un proyecto colectivo”, le respondió el Lole. Y Duhalde a las pocas horas, entró en el juego.. Ese es el primer hecho que demuestra que Duhalde se mueve por impulsos de frenética venganza. Nadie seriamente piensa que puede remontar la malísima imagen que tiene entre los argentinos. Ni siquiera para ganarle a Kirchner y aunque sea el candidato del Clarín y parte del stablishment.

El otro episodio que demuestra que no sólo es mal jugador de ajedrez sino también un corto estadista, es que al día siguiente de lanzarse como candidato, arriesgó nombres para un futuro gabinete. Graciela Camaño, Alfredo Atanasof, Roberto Lavagna, Remes Lenicov. Salvo Graciela Camaño, que viene demostrando algunos cambios sólidos en su performance política, el resto es historia demasiado antigua. Y en algunos casos, demasiado oscura, como la de Atanasof. Duhalde no para de hablar por estas horas. Parece descontrolado. Nada bueno puede construirse desde el odio. Y él está parado sobre el resentimiento y la idea de la venganza.

Debe ser cierto lo que dice Julio Bárbaro. “Los duhaldistas están más preocupados por ver cómo reconstruyen ellos sus propias vidas que por el país”. De otro modo no se explica tanta desesperación.

Sobre Mauricio Macri ya no hace falta decir mucho. En éstas semanas volvió a demostrar que no tiene ninguna sensiblidad para la política y la gestión de la cosa pública. La renuncia de Abel Posse, ferozmente criticado hasta por su filósofo de cabecera Alejadro Rozicthner, a 11 días de haber asumido, terminó de desnudar la ineptitud. 10 puntos en caída libre según su propio encuestador Julio Aurelio. La broma más escuchada esta semana en distintos ámbitos políticos y sociales, fue que “finalmente Franco (su padre) tuvo razón al echarlo de la gerencia de todas sus empresas por inútil”. (Lo de inútil forma parte de la versión y no es una consideración personal) Aquella idea viene circulando calladamente desde hace años y las declaraciones que Franco Macri hizo hace unos meses al diario La Nación no hicieron más que abonarla. En aquel momento el jefe del clan dijo que Mauricio no podía ser presidente de la nación. Y todavía falta ver cómo se desarrolla la causa de las escuchas. Algunas fuentes bien informadas sostienen que hay elementos que comprometerían a la jefatura de Gobierno porteño.

En este marco, sería muy saludable que apareciera una figura que serene los ánimos.

Nada se puede esperar de Néstor Kirchner, que tensiona toda el tiempo.

La Presidenta que podría hacerlo, no parece poder controlar la situación personal que le impone Kirchner. Como venimos diciendo, buenas medidas de gobierno, son teñidas por el desorden, la crispación y la desconfianza. Por caso la reunión de esta semana con los empresarios para recomponer el diálogo y bajar rispideces. En medio, la decisión del juez Oyarbide, realizado en base a los peritos de la Corte, sobre el patrimonio de la familia presidencial, vino a sembrar más incredulidad y bronca.

Es imprescindible que aparezca una figura en condiciones de ponerse por encima de las diferencias y los trastornos. Que pueda ofrecer una mirada política superadora sin hablar ya de candidaturas. Los medios y los periodistas deberíamos empezar a observar mejor para determinar quién realmente puede plantear un proyecto abarcativo, y no deberíamos, los periodistas y los medios, estar todo el tiempo tratando de bajar al barro a todo el mundo, a la coyuntura más venenosa y vulgar. Es menester que alguien se ponga al frente y conduzca este proceso de necesaria reconstrucción. Sin discursos y prácticas refundacionales. Que conduzca un proceso en calma con opciones superadoras. Y no esta fantochada que desde la no política ensayó Macri, empapado de la cultura más básica de los empresarios mediocres, o que desde la política pretende imponer Duhalde con odio y resentimiento. Alguien, con criterio, sentido de la justicia, sensibilidad y capacidad que no se deje apurar y que entienda que esta vez, la Argentina tiene que ser un Estado. Un estado que incluso podría albergar la discusión sobre distintas naciones planteadas por los pueblos originarios.. Que contenga a las organizaciones sociales serias y sanas y no busque cooptarlas o desaparecerlas. Y que sepa explicar por qué algunos tendrán que ceder para que en la Argentina, de una vez por todas, entremos todos.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Tinelli, los Kirchner y cómo pensar en un país mejor

Esta semana volví a preguntarme muchas veces si un país mejor es posible. Si como decía con más ilusión que certezas el slogan de la Coalición Cívica, “ya estamos para un país mejor”….. Y me respondí "no, aún no estamos listos para un país mejor". Y después me pregunté, ¿acaso nos estamos preparando para un país mejor? "Pocos, me dije, son pocos los que trabajan y construyen y se esfuerzan por un país mejor".. Pero los que trabajan, trabajan mucho, aún a pesar de la indiferencia o la estigmatización o hasta la burla.

Cuando era chica mis padres nos hubieran prohibido a mis hermanos y a mí mirar el programa de Tinelli. Hubieran dicho barbaridades de las peleas que se ven en cada uno de los segundos de los programas de chimentos. Se hubieran alarmado de las groserías, del desparpajo, y de la falta de seriedad y disciplina para el trabajo y el estudio con que esos personajes se toman la vida. Hubieran despotricado contra las vulgaridades y contra el uso mercantilista de algo tan bello como el cuerpo de las personas. Definitivamente nos hubiera prohibido mirar esta televisión que los argentinos tenemos. Pero hoy es moneda corriente, algo casi natural. Es lo que ve el mundo adulto, y es donde se referencian muchos. Y es lo que ven muchos chicos. Eso que es un espectáculo, algo guionado, es percibido por muchas personas como la vida real. Primer punto del problema.

Muchas otras cosas de hoy nos hubieran prohibido, pero como la lista es larga y me van a acusar de troglodita, voy a abstenerme de enunciarla. Sin embargo agradezco esas prohibiciones, aprendí de límites y autoridad, con amor. Algunas de esas prohibiciones fueron hechas desde la falta de recursos económicos. Pero como no querían preocuparnos con esos asuntos de los adultos, nos decían una media verdad. Que la coca cola te perfora la panza, por ejemplo. Agradezco infinitamente esa media verdad. Gracias a la cual no me hice adicta a la coca cola. Y tampoco me hice adicta al consumo. Entonces me pregunto, ¿necesitaríamos una tele mejor para tener un país mejor? No solamente. Necesitamos mejores líderes, mejores políticos, mejores dirigentes y muchas más mejores personas. Punto fundamental del problema.

Néstor Kirchner y Cristina Fernández hicieron muchas cosas necesarias para la Argentina, ya dijimos esto. Instalaron debates y discusiones fundamentales. Y también dijimos como tantos otros que se enriquecieron sospechosamente.

Pero Néstor Kirchner y la Presidenta tienen inmensas dificultades para ponerse por encima de las diferencias y encontrar una instancia superadora. Y por eso se perdió parte de la buena gestión en un fárrago de críticas. No pueden dialogar. Se mostraron hasta ahora incompetentes para la construcción de un proyecto colectivo, un proyecto que nos haga sentir que todos formamos parte de la Argentina. Hacer algunas de las mismas cosas que hicieron pero con otros modos y utilizando otras herramientas, consultando, explicando, caminando otros senderos. Sin embargo hay que reconocer algo en favor de Néstor y Cristina Fernández. Y es que hay sectores en la Argentina que no quieren que las cosas cambien. Al menos eso parece. Y lamentablemente todavía no podremos saber qué respuesta tendrían esos sectores, los mejor acomodados y más poderosos, que le exigen al gobierno que atienda a los pobres. No sabremos aún qué pasaría si se les explicara de buena manera y con autoridad moral y política, que eso de atender a los pobres sólo es posible cambiando algunas prácticas y cediendo en la opulencia o en las ganancias especulativas.

Néstor Kirchner sobre todo, divide, tensiona, empequeñece la acción política y también la acción humana. Y aunque la Presidenta demuestra una notable inteligencia, la dinámica cotidiana de la vida en común, parece haberla enredado en una urdimbre sin inspiración.

Pero los Kirchner no son los únicos aunque en la cadena de responsabilidad están en lo más alto del podio en esta coyuntura. Los medios, los comunicadores, otros líderes y dirigentes, aún no demostraron que están a la altura de ofrecer un país mejor. Y la sociedad tampoco. Y aunque hay buenos indicios y más participación, todavía nos falta grandeza para dejar de pensar individualmente y re fundacionalmente, para pensar y construir un proyecto colectivo que nos incluya a todos.

Desde que ganó reverenciamos al nuevo presidente uruguayo. Y muchas veces me pregunté desde que vi las fotos de Pepe Mujica en chancletas en la cocina de su casa, si nos bancaríamos un presidente como él. El Pepe y Lucía creen en las cosas profundas de la vida y le dan poca importancia al consumo y la ostentación.

Si pudiéramos pensar en el conjunto y sin estridencias ni egoísmos, seguramente, no sólo tendremos una tele mejor, si no que ahí sí tendremos un país mejor. O estaremos construyéndolo al menos, acompañando a los que con tanto esfuerzo, ya lo vienen haciendo en soledad desde hace años.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Scioli, Posse, el Colo y la Milagro

Hubo un a cosa que no se remarcó mucho en la tragedia de la familia Pomar. Y tiene que ver con esa picardía tan propia que nos hace creer que sabemos todo, que nuestras deducciones o conclusiones son irrefutables y que lo que piensan, dicen o hacen los otros, está mal.

Porque lo que pasó con la familia Pomar no es sólo ineficacia y negligencia de las autoridades, la policía y los investigadores. Ojalá fuera solo eso. Todo parece indicar que se hicieron los vivos. Que creyeron más en las especulaciones, por cierto todavía no aclaradas, acerca de que “en algo raro andaba” Fernando Pomar. O que era medio loquito. Ninguno de los investigadores tomó en serio la posibilidad de un accidente, y todavía no explicaron por qué. No explicaron qué grado de seriedad tenían esas otras hipótesis tan pesadas que decían manejar como prioritarias. Todavía no explicaron por qué no le dieron crédito a la denuncia del hombre que dijo haber visto un auto volcado al costado de la ruta. Sería muy desalentador enterarnos que no se dio crédito a esa denuncia hecha al 911 porque el hombre es un albañil que no se expresa muy bien.

Scioli se encuentra en una crisis política descomunal, que afecta su hasta ahora inquebrantable traje de amianto. Esta vez no podrá echarle la culpa a Kirchner como cuando aceptó acompañarlo en la mamarrachada de las candidaturas testimoniales.



Abel Posse era un intelectual polémico, intenso, ríspido, muy poco diplomático para decir las cosas, pese a que toda su vida vivió de la diplomacia. Pero justamente por eso, también era blanco fácil para los cuestionamientos, dado que al ser un funcionario al que el Estado le paga el sueldo, representa los intereses de la Argentina y de todos los argentinos. Por eso en más de una ocasión sus declaraciones inclinadas a la derecha y a los sectores más reaccionarios, levantaron muchas y duras críticas. Ya lo dijo Horacio Rodríguez Larreta, Posse es un hombre "controversial". Pero ahora no es sólo un intelectual, ni un escritor, ni un diplomático. Posse es el ministro de Educación de la ciudad. Un lugar de extrema sensibilidad. Un ministerio que debe además tratarse con sensibilidad porque la materia sobre la que trabaja es de extrema fragilidad. Encima, los niños y los jóvenes están pasando por uno de los peores momentos de la historia reciente. Ese ministerio requiere además de conocimientos en la materia, mucho más diálogo que otros, sensatez, apertura, ductilidad, calidad humana y amor.

Posse no parece tener nada de eso. Además, Posse es retrógrado, obsoleto, autoritario, aparece como un violento que reivindica las peores prácticas de la dictadura, sanciona al rock con un desconocimiento brutal de lo que significó y significa como estandarte joven. Y comete un error también muy nuestro. Piensa que sus ideas o sus sensaciones son las de todos. Cree que todo el mundo está crispado porque él y el grupo de sus conocidos están crispados. NO existe en el pensamiento de Posse, la posibilidad de que haya quienes piensen distinto o sientan distinto. Los otros no existen. Y si existen, están equivocados. Por eso le cortó el teléfono al colega Ernesto Tenenbaum. Se podría hasta presumir que lo que Posse quiso decir esta semana en su columna de La Nación es que a los pibes chorros hay que matarlos a todos y que en la juventud está la gran tragedia de la Argentina. Posse dijo esta semana que él es el único valiente.

Macri no sólo no encuentra la forma de retomar algún tipo de camino más o menos adecuado para encauzar no ya su carrera política sino su administración, y sigue enredándose en su propia trampa. Tampoco fue culpa de Kirchner esta vez. Macri se metió solo en el lodazal. En cambio la incorporación de Diego Santilli, un hombre que sabe de política y demuestra sensibilidad para la gestión, podría darle al sector político que hoy confluye en la ciudad la posibilidad de pensar en el futuro. La declaración de Santilli de querer ser el Al Gore de Macri, debe leerse en varias direcciones.



En este marco la marcha que organizó el movimiento barrial Tupac Amaru esta semana debería ser leída con atención. Primero porque estaba llena de líderes sociales y sindicales. Algunos más demonizados que otros, con más o menos popularidad, pero todos con probada legitimidad entre sus bases. A Milagro Sala la acompañaron Luis D’Elía, Hugo Yasky (de la CTA), Sandra Rodríguez (la esposa del maestro asesinado en Neuquén Carlos Fuentealba), Roberto Baradel (de los maestros bonaerenses) y los dirigentes de Qubracho, entre otros. La excusa fue reclamarle a Macri una ciudad más inclusiva, una policía diferente a la que que saldrá a la calle, reclamarle políticas de vivienda, de educación y de salud para los más vulnerables. Pero la verdadera intención fue volver a demostrar que las organizaciones sociales ocuparon el lugar que dejaron vacante los partidos políticos y buena parte del Estado. Que hace años están trabajando allí, donde la política tradicional y el Estado (de nuevo hay que mencionarlo) sólo sembraron abandono. Esta semana quisieron volver a demostrar que ellos, los dirigentes de los movimientos sociales, no son instrumentos del poder kirchnerista como se cree y se quiere hacer creer. Por eso se muestran fuertes y juntos con organizaciones decididamente opositoras como Qubracho. Quieren demostrar que a ellos no los maneja nadie. Lo dijo claramente Sala, “no queremos discutir ni pelearnos, si no ponernos a charlar sobre cuál es el país que queremos para todos, de ese modo no estaríamos manifestando en la calle, incomodando a la gente”.

Algo más hay que decir. Esta marcha seguramente hubiera sido diferente si la dirigente no hubiera estado encabezándola. Fue tranquila, ordenada, no hubo un solo disturbio, nadie se apartó un milímetro de su lugar. Los representantes de Quebracho demostraron que las capuchas y los palos son "una marca" y que en esta construcción colectiva en la que intervienen preferirían salir de la resistencia activa y violenta para entrar a un proceso de diálogo. Aunque no se sabe aún qué capacidad negociadora tienen.

Milagro hace bromas, es de modos suaves, se ríe mucho, suele carajear como carajean algunos líderes populares del interior, es enérgica, pero no grita. Tiene un carisma arrollador.

El proximo gobierno sea del color que sea, no tendrá forma de soslayar la construcción política y social que están consolidando estos movimientos. Pese a todas las contradicciones que tienen, a las paranoias que los persiguen y a ciertos fundamentalismos que podrían hacer peligrar la consolidación en el tiempo, esta es hoy la construcción más genuina que existe en el país. En algún momento tendrán la posibilidad de demostrar si es cierto lo que dijo la dirigente de la Tupac: “no nos tengan miedo, los pobres estamos hoy preparados para discutir”. Esa declaración es todo un desafío para propios y extraños. Y también otra sentencia política de que llegaron para quedarse y crecer.

Milagro Sala fue la última en retirarse de la puerta de la jefatura de gobierno el miércoles, cuando ya todo había terminado. Se quedó hasta que la última persona que la esperaba para sacarse una foto, darle un beso y pedirle que le firme la remera se fue con su deseo cumplido. “Lo mejor de la vida es saberla aprovechar cada día”, le escribió en la espalda al muchacho que la esperaba. Y firmó bien clarito, "Milagro".

domingo, 6 de diciembre de 2009

La realidad, el poder y la autoridad

Un hombre de la política que se convirtió en mi amigo, Guillermo Seita, el ex secretario de Medios que le escribió una renuncia de 200 páginas a Carlos Menem, dice que a la política hay que hacerla sobre la base de la realidad. Eso que parece una obviedad, no lo es tanto. Se suele mirar la realidad con un tipo de cristal que disfumina demasiado. Seita, con quien tengo profundas coincidencias y profundas diferencias, también dice que acá se busca construir poder pero no autoridad.

Esta semana casi todos los grandes medios, los analistas más destacados y los dirigentes nacionales, exhudaron euforia ante lo que llamaron “la gran derrota del kirchnerismo en el congreso”. Ellos, los analistas, los dirigentes y los medios dijeron que había terminado la época del poder ficticio que Kirchner tuvo del 28 de junio en adelante. Eso es falso. El poder de Kirchner sigue siendo real. Kirchner tuvo y sigue teniendo el manejo de todas las herramientas del Estado. Lo que Kirchner no tiene es autoridad. No representa la autoridad ni siquiera para muchos de los sectores que lo apoyan y están cerca de su pensamiento. Pero lo que sí el ex presidente representa es la encarnación de un cambio, de un revoltijo que no es sólo la ruptura de estructuras económicas, políticas y sociales históricas. La ruptura que promovió Kirchner incluye lo ideológico y por eso cuenta con el aval de muchos sectores que ven por primera vez, que sus reclamos son escuchados, que las reivindicaciones son concretadas. La cuestión ideológica está en la agenda de discusión aunque incomode a muchos. Pero eso no le confiere autoridad a Kirchner. Ni lo salvará de la Justicia.

Tampoco tienen autoridad otros dirigentes. Aunque hay algunos en mejores condiciones de construirla. Tienen más o menos presencia, más o menos aceptación popular, más o menos plata, más o menos estridencia cool. La oposición celebró esta semana una derrota asestada al oficialismo en el Congreso, en las narices de Néstor Kirchner. Pero pese a que suene políticamente incorrecto, esa mayoría obtenida por los bloques opositores, efectivamente fue una mayoría circunstancial. Difícilmente pueda mantenerse en el tiempo. Es que aún no existe “la oposición”. Existen bloques opositores. No existe un proyecto de país articulado desde “la oposición” que se enfrente al zafarrancho que armaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Un zafarrancho que si no hubiera sido tan agresivo ni tan fenomenalmente corrupto, tal vez muchos más lo hubieran celebrado casi tanto como la renegociación de la deuda en 2004/2005. Sin embargo, este zafarrancho, podría dejar algunos espacios despejados para empezar a instrumentar de una vez por todas, algún proyecto de país. Porque, convengamos, algunas cosas había que cambiar en esta Nación. Y los Kirchner las cambiaron. Pero ese proyecto todavía no apareció. Algo en el que todos, sin distinción, nos sintamos parte. Es una vieja excusa eso de que alguien siempre quedará disconforme. Es la excusa de los que en lugar de representar los intereses colectivos, representan los intereses sectoriales, de cualquier signo que sean. El gran desafío de un líder es hacer sentir a todos que de alguna manera, y desde algún lugar, forman parte de ese proyecto.

La oposición habla desde los slogans. Opina desde una inmadurez y una falta de preparación para conquistar del poder que alarma. Si no son capaces de ponerse de acuerdo y articular un bloque sólido ahora que están afuera del Gobierno, por qué habría que creer que sí lo harían estando en el Poder. Más que los individualismos y el vedetismo, lo que muestran los líderes de la oposición es que representan distintos intereses y que tienen precio. Y ese es el gran problema.

La política y la gestión, parafraseando a mi amigo, deben necesariamente construirse desde la realidad. Hoy la realidad descarnada dice que el 10 % más pobre de los argentinos reciben por mes menos de 300 pesos y el 10% más rico, casi 6 mil. Aunque los datos son mejores que en 2003, siguen siendo vergonzozos.

La realidad dice que no ya la pobreza, sino la miseria se viene ganando la vida de miles y miles de argentinos. Una miseria que se ve en la desnutrición, en la degradación cultural, en la falta de capacidad de chicos, jóvenes y adultos de encarar el estudio, el trabajo -si lo hubiera- o una vida digna porque la falta de proteínas de una dieta raquítica no les permite pensar o concentrarse. Una realidad que dice que los sectores más poderosos someten a los más vulnerables.

Una realidad que dice que hay miles de chicos y jóvenes desamparados mientras lo más reaccionario de la sociedad cacarea en contra del matrimonio gay y la adopción de niños argumentando que de ese modo se degradará la sociedad. Como si la sociedad no estuviera ya degradada hasta la insoportable.

Aunque algunos se lo tomen a la chacota tener dos papás o dos mamás no afectará el desarrollo del niño o su construcción como sujeto. Pero sí lo hara la falta de amor o el desamparo. Dice la specialista Cecilia Perrone que “La adopción es una responsabilidad de la sociedad que debe ser compartida rápidamente. Todos deberíamos estar involucrados en la adopción de niños. Ellos tienen derecho a vivir en una familia amorosa de la clase que sea”.

Pero la situación por la que atraviesa la Argentina no es sólo culpa de los Kirchner, aunque quede bien decir lo contrario. Es culpa del egoismo, la vanidad, los intereses mezquinos y la falta de preparación y sabiduría. Ahora, hoy, la resolución de los problemas argentinos es responsabilidad de todos. Pero si otra vez no entendemos que hay que construir un proyecto en donde necesariamente algunos tendrán que ceder y en donde tendremos que aceptar que otros piensen y sientan distinto, será inútil. Si no aceptamos eso es porque en el fondo queremos que las cosas sigan igual, que apenas haya algún matiz para tener la sensación de que estamos más seguros los que estamos mejor acomodados.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Los Kirchner, los medios y las contradicciones‏

Algunos mensajes aparecen muy contradictorios.

Los analistas y comunicadores dicen que Néstor Kirchner quiere manejar a los medios para evitar su catástrofe política y personal. Y seguramente es cierto. Kirchner y la presidenta Cristina Fernández son casos raros. Han tomado medidas necesarias para la Argentina, mejorado la Corte Suprema, las jubilaciones, restituídos derechos a grupos olvidados, hicieron lugar a reivindicaciones, mejoraron los ingresos salariales de los más postegrados, sólo por nombrar los casos más emblemáticos.

Sin embargo también se enriquecieron fabulosa y sospechosamente, permitieron prácticas administrativas que la justicia está mirando con mucha atención y dinamitaron toda posibilidad de diálogo, aún con los grupos políticos más afines. Desairaron innecesariamente al mundo y maltrataron a propios y extraños, incluyendo sectores del campo y la producción cuyos reclamos con un poco de tacto y política se podrían haber encauzado

Pero esos mismos comunicadores, medios o analistas, son incapaces de revisar sus propias acciones. Sus discursos son esquizofrénicos. Mientras declaran que Kirchner quiere manipular a la opinión pública, ponen el grito en el cielo cuando se los señala a ellos de influir para un lado o para el otro, tendenciosamente, sobre la gente. Niegan tener el poder de filtrarse en la cabeza de las personas. Y niegan responder a intereses particulares o sectoriales. Y esa es la peor mentira.

El problema de la inseguridad es gravísimo. Sobre todo en el conurbano bonaerense. Y no hay nadie con la suficiente presencia mediática que pueda encauzar en el discurso y en la práctica, este desastre. Son todos como manotazos de ahogados. Declamaciones histéricas. Gritos desgarrados que se suceden una y otra vez en las pantallas de televisión. No es verdad que en el mundo pase lo mismo. Acá tenemos la morbosa costumbre de ver una y mil veces las mismas imágenes del drama. Y los medios cumplen con la consigna.

La inseguridad es real y trágicamente palpable, pero los medios se encargan de oradar todo el tiempo en la psiquis de las personas.

Todas las medidas reclamadas y anunciadas tienden a establecer la mano dura. Menos libertades individuales para todos en pos de una mayor sensación de que estamos protegidos de los delincuentes.

No se escuchó por parte de las autoridades, ninguna medida tendiente a contener a la enorme cantidad de chicos y jóvenes desamparados en la provincia de Buenos Aires. Nada sobre ellos, sólo garrote. Avanzar en la baja de la edad de imputabilidad, penar las caras tapadas en las protestas, detener por sospechas de merodeo. Nada sobre políticas sociales.

Los sectores conservadores reclaman esta mano dura. También reclaman que el gobierno nacional se haga cargo de los pobres. Y de los chicos desamparados. Pero exigiendo que no se pague con sus propios impuestos a "estos vagos que sólo saben salir a robar". Otra vez la contradiccíon.

No será posible imaginar una Argentina con presente y futuro sin dirigentes abiertos y generosos, que piensen en el conjunto más que en sus intereses personales o sectoriales. Tampoco si parte de la sociedad, la más poderosa que incluye a los medios, no revisa sus propias posturas mezquinas y autoritarias, y si no logran entender que solidaridad no es lo mismo que caridad. Mientras no se entienda que es urgente un fuerte cambio de rumbo que necesariamente hará que los que más tienen dejen de ganar tanto para que los que menos tienen puedan empezar a sentirse incluídos en algún lugar, no será posible una Argentina normal o en paz como declaman algunos con cierta demagocia.