A veces no nos gusta mirarnos al espejo. O no nos gusta mirar determinadas imágenes. Y preferimos girar la cabeza para un lado más conveniente. Pero que no miremos no cambia la realidad.
Ahora bien si cuando alguien nos avisa que estamos desalineados o nos advierten sobre lo que ocurre en aquel sector que no miramos encima nos enojamos, estamos en un problema. Como aquella viejas historias de matar al mensajero.
Por qué hago tanto preámbulo? Porque probablemente lo que voy a decir moleste. Porque por ahí son cosas que durante mucho tiempo evitamos mirar.
El lunes se juntaron en una conferencia de prensa frente al senado, por cierto un dato no menor, una cantidad muy considerable de organizaciones sociales. Lo hicieron para aclarar lo ocurrido en Jujuy con la organización Tupac Amaru de Milagro Sala y el escrache al senador Morales. Lo novedoso fue que se juntaron aquellas que hasta ahora eran supuestamente irreconciliables y lo hicieron para apoyar a Milagro Sala. Estaban las kirchneristas con las opositoras. Pero el dato más impactante fue que se sentaron juntos Luis D’Elía, de la federación de tierra y vivienda, y Fernando Esteche, de Quebracho. El piquetero oficialista y el piquetero más opositor de todos los opositores.
Qué pasó entonces? Los integrantes de las organizaciones estuvieron construyendo lo que la política tradicional no construyó: contención, esperanza y una vida más digna. Y también construyeron política. Y se fueron juntando y fueron encontrando coincidencias. Y los medios no reflejaron eso ni los periodistas nos enteramos. Porque sólo hablamos de ellos cuando hacen un piquete para reclamar algo.
Las organizaciones sociales, unas más, otras menos, se ocuparon de la gente más vulnerable. De los que se cayeron y no pudieron volver. De los que expulsó el sistema sin que nosotros nos demos por enterados. De los que nacieron sin nada. Unas con más recursos. Otras con el desdén del gobierno. Pero eso no les impidió avanzar hasta encontrar líneas de unidad incluso por encima del gobierno. Consolidarse hasta llegar a este momento de enorme fortaleza. En donde son capaces de poner sobre la mesa de discusión ciertos temas que la agenda pública tradicional, sea oficialista u opositora, no pone. Y también son capaces de advertirle institucionalmente al poder tradicional. Y remarco institucionalmente porque no resiste el menor análisis la pavada de que están armados y listos para jalar el gatillo.
Milagro Sala es una mujer coya que nació y se crió en Jujuy. Estuvo presa de muy joven y pasó por las drogas. Era pobre de todo. Las mujeres que trabajaban como prostitutas en los bajos jujeños, la ayudaron a salir. Hoy es la dirigente social más importante de la Argentina. Pero Sala no empezó a existir cuando Morales la acusó de haberle hecho un escrache. Milagro existía de antes. Mucho antes empezó a construir las 3500 casas que ya están terminadas para los jujeños más humildes, los centros de salud, los centros recreativos, las piletas climatizadas, las escuelas donde una de las materias es Autoestima. Milagro Sala no se roba la plata como hasta ahora ocurrió con algunos intendentes y/o gobernadores. Hasta sus peores detractores reconocen el trabajo de urbanización que hizo en Jujuy. Más allá de contradicciones o ciertos cuestionamientos que pueden ser válidos. Su organización tiene 70 mil adherentes. Levantó fábricas y carpinterías para que la gente pueda trabajar. Allá, acá en Capital, en Buenos Aires o en Mendoza.
Que las organizaciones hacen piquetes? Sí, hacen piquetes. Por algún motivo el poder tradicional no escucha más que cuando le cortan una calle. Lamentablemente no es una democracia muy justa.
Manejan plata? Sí, manejan plata y en el caso de Sala como en otros casos menos contundentes, esa plata se usa para mejorarle la calidad de vida a la gente…
Discuten el poder? Sí, discuten el poder que dejó afuera a millones de argentinos y argentinas que sólo sirven para articular discursos políticamente correctos…
Por eso es grave que el senador Morales o la doctora Carrió o el resto de los dirigentes políticos no estén tomando nota de lo que ocurrió, de lo que fueron capaces de hacer estas personas. Y mucho más grave es que las acusen como lo están haciendo. En cambio deberían hacer una profunda autocrítica y aprender de los que fueron capaces de mejorarle la vida a tantos argentinos sin las estridencias de los cargos.
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