martes, 12 de julio de 2011

Pobres porteñ@s

Me sorprendió un poco tanta diferencia en la elección del domingo pasado. Albergaba, lo admito, la ilusión de un cambio en el pensamiento porteño de la mayoría. Tengo la sensación de que el único que supo leer ese entramado tan básico que anida sobre los ojos de gran parte de quienes habitamos esta ciudad fue el macrismo y sus asesores. Personalmente sí creo que hay que hacer una crítica o al menos echar una mirada sobre el perfil del elector de la Ciudad de Buenos Aires. Además ya lo hizo Durán Barba (el ecuatoriano asesor de Macri, que lo legitima como no discriminador de latinoamericanos, según el mismo Macri). Ese hombre vio justamente que buena parte de los porteños preferían los globos de colores, los besos con “la negrita hechicera” y sobre todo no hablar de política. Durán Barba es un gran observador.

Sin ánimo de abrir juicios valorativos el ciudadano medio de la ciudad se muestra como muy influenciable por los grandes medios y como gente muy temerosa. ¿A qué le temen básicamente? A que le quiten lo que tienen, dicen palabras más o menos, convencidos de que se lo ganaron con el esfuerzo diario (cosa que probablemente sea cierta pero que no explica por sí sola tanto reduccionismo en el análisis y el pensamiento y sí contiene un profundo egoísmo jamás reconocido).

Temerosos crónicos y prejuiciosos. Un niño que se acerca a pedir una moneda es intrínsecamente peligroso y ladrón, un limpiavidrios es mafioso. Los que reciben ayuda estatal son todos vagos. Los miedos están puestos sobre la espalda de los más vulnerables. Los que muestran la pobreza, los que te ubican frente a tu propia miseria, esa que nunca querés ver. Los ladrones de verdad, los mafiosos de verdad, son elegidos y hasta respetados. Los que reciben ayuda del Estado son vagos que no quieren esforzarse. Los que hacen negocios con el Estado, juegan al golf, vacacionan en lugares caros y todos los etc., se lo ganaron.

Al porteñ@ medio parece que no le gusta que le compliquen la vida. Que le anden hablando de solidaridad (salvo que sea del modo en que la entienden, que es llevar lo que sobra a la iglesia), de repartir la riqueza, del cambio de paradigma (¿lo qué? ¿cambio de paradigma?, ¿qué es eso?). No le gusta que le anden recordando que mientras se queja de que los bonaerenses o los vecinos latinoamericanos usan los hospitales (de egoístas nomás, porque la mayoría no los necesita) desde la Capital salen cada día más y más toneladas de basura a los rellenos sanitarios que pudren el agua y la tierra de la provincia.

Mientras se festejan frases del estilo “tenemos una inmigración descontrolada” como la explicación de todos los males argentinos, el mismo muchachito que la repite “sin arrepentirse” pone a los países “que supieron hacerlo”, los europeos por caso, como su norte. Sin advertir que después de matarse durante siglos y expoliar suelos de otras regiones, se consolidaron como continente y se identifican como europeos, y funcionan en varios frentes fundamentales como europeos, como una unidad teniendo moneda única y pasaporte único. Son europeos. Acá, en la ciudad de Buenos Aires, “el hermano latinoamericano” es sinónimo de vago y/o abusador. Y latinoamericano es “el otro” nosotros, los porteños nacidos o por adopción, no pertenecemos a esa “casta de descastados”.

Buena parte de la ciudad de Buenos Aires dice ser católica, se considera instruida, se ve a sí misma trabajadora y sacrificada. Hace poco entré en una discusión que terminé considerando absurda y perdida cuando en una red social alguien que dirige un medio de comunicación señaló a los porteños como los más sufridos de la Argentina. Da cierta pena tanto ombliguismo. Sacrificados son aquellos que tienen que pagar todavía la garrafa más cara mientras nosotros dejamos las hornallas prendidas y pagamos monedas por el gas natural. Sacrificados son los que no pueden ni abrir la canilla (en el caso de que tengan canilla). Sacrificados son los que tienen que tomar 2 bondis y un tren a las 4 de la mañana para venir a limpiar la mierda nuestra. O construir las casas de otros que después no van a usar porque no las necesitan.

No hay ciudad más cómoda que Buenos Aires. Todo está a mano. Y cuando falta algo en los barrios más acomodados se sale a pegar cuatro gritos y ya es tema de tapa en los diarios de circulación nacional como si fuera lo más importante de la Argentina. La avaricia de parte del porteñ@ medio es inconmensurable. Y la avaricia es uno de los siete pecados capitales en la religión católica. Igual que la lujuria, la pereza y la soberbia.

Ricardo Alfonsín y Elisa Carrió mostraron descarnadamente lo patéticos y autoritarios que son. No solo dejaron de a pie a sus militantes, muchos de los cuales tienen años de trabajo barrial y social sensible y solidario. Ningunearon a sus candidatos y los pusieron en ridículo saliendo a festejarle la bailante a Macri. Este muchacho que se traba cuando habla, que repite lo que le escriben, que no resiste ningún reportaje en serio (y cuando se lo hacen se enoja, se levanta y se va), este muchacho que dice que prefiere hablar de sexo y no de política, que se hace el canchero (y más ahora que se apendejó que no es lo mismo que estar profundamente enamorado y vivirlo con madurez parándose distinto frente a la vida), ese es el muchacho que prefiere la mayoría porteña. El que les simplifica el pensamiento. Les saca problemas de encima. Les evita cuestionarse mirándose al espejo o mirando a los otros (por eso levantaba indigentes con un camión de la basura pintado de blanco). El que les dice que la pobreza no es una cuestión ideológica mientras impulsa una ciudad exclusiva (en sus dos acepciones). Macri y sus laderos son muy educados, eso hay que reconocerlo. Están bien preparados, fueron a colegios donde les enseñaron a ser “adecuados” (como dice mi gran compañera, María). Te dejan hablar, pero jamás te escuchan y la mayoría de la gente nunca se dan cuenta.

Habrá que hacer seguramente otros análisis. Ver políticamente por qué el oficialismo nacional hizo una campaña tan pobre entrando casi en el juego del macrismo. Pero no era de eso de lo que quería hablar ahora. Quería hablar de nosotros. Los ciudadanos que habitamos esta Ciudad tan rica en donde nos mostramos tan pobres. Quería ser inadecuada.

San Telmo 12-07-11