martes, 14 de diciembre de 2010

INDOAMERICANOS

El funcionario porteño fue categórico: “¿sabés quién tiene la culpa de lo que pasó? Nosotros”. Después de que la Federal y la Metropolitana liberaran el parque el martes 7 de diciembre, apenas tomado por una 200 familias, el ministro de Seguridad de la Ciudad, Guillermo Montenegro, “dejó un patrullero con dos agentes” de la policía local como todo resguardo. “La verdad que pareció una operación”, le dije. No me contestó pero sí deslizó una ironía sospechosa: “vamos a ver cómo lo maneja Horacio ahora que todo el operativo quedó en sus manos”. Luego admitió otro error: “en 3 años de gestión no plantamos ni un árbol ahí”. Fue el fin de semana siguiente a la toma. Las profundas coincidencias en el pensamiento expresado por Macri y Duhalde, y la presteza del algún medio para instalar rápidamente las declaraciones del ex presidente como si fuera el buda de la política, más la información que empieza a conocerse acerca de cómo llegaron algunas de las personas que provocaron incidentes en la toma, parecen empezar a despejar la maleza.

En toda la ciudad había y hay parques Indoamericanos en incubadora. El des-gobierno de Mauricio Macri alzó como bandera la defensa del espacio público. Pero apenas si levantaron algunas rejas en algunas plazas del norte de la ciudad o mejoraron veredas en el sur. No hay otras políticas para el espacio público porque para ellos es sólo jardinería. Su administración dejó hacer y dejó pasar. Dejó que fuera ocupado. ¿La excusa para semejante desmadre? “No manejamos la policía”, “son las mafias”, dicen. No parece conocer otra forma de solución que no implique represión. Se muestra incapaz para la disuasión y la negociación con los actores. Con una fenomenal falta de creatividad para instrumentar respuestas a nuevas demandas laborales y sociales.

Su mirada sobre la realidad es tan diametralmente opuesta a la humanidad y la sensibilidad, o acaso al sentido común, que le impiden sentarse a articular políticas con otros Estados. Y peor, con las personas. Se enfada si percibe que lo quieren apartar de su librito ideológico. No comprende que la gestión pública es algo más que ideología. Le molesta que gente de otras provincias venga a los hospitales porteños. O que busque mejores condiciones de vida. No le incomoda en cambio llenar tierras bonaerenses con deshechos porteños. Ni que los no porteños gasten su dinero en comercios o servicios locales, como mucamas o albañiles mal pagos por muchos de los de su clase, que para venir a trabajar a la Capital viajan 4 horas en transporte público como ganado.

Las respuesta, en on y en off, dadas por él y sus funcionarios sobre el conflicto en Soldati, muestran hasta qué punto desprecian la vida. Para ellos las tomas de tierras son solamente la violación de la ley (tal vez porque en parte las promovieron ellos para generar caos). No las interpretan como gritos desesperados de gente desesperada que clama por una casa con un baño, una canilla de donde salga agua, y un mínimo de dignidad. “Si cedemos renunciaríamos a nuestras convicciones” dijo el funcionario más joven del Gabinete y no es difícil intuir que se trataría del michettista Marcos Peña. ¿Sus convicciones son desconocer la realidad? ¿Hacer una ciudad “exclusiva” en sus dos acepciones? ¿Ningunear a la gente? ¿Despreciar a los pobres? ¿Amurallar la frontera? La globalización, la búsqueda de las personas por un destino mejor, el crecimiento económico (que a veces muestra impúdicamente la televisión), la avanzada socio-cultural de los países latinoamericanos por lograr la integración, para Macri son cosas que suceden en los medios. Es incapaz de procesar que tienen impacto en las comunidades y que construyen una nueva realidad que no cabe en la zona cool de ciertos cerebros.

Es difícil evaluar qué hubiera pasado si la Policía o la Gendarmería intervenían en el parque luego de la segunda toma cómo pretendía el alcalde. Están las dudas acerca de si no se trató de una operación montada por políticos macristas y bonaerenses que se les fue de las manos, y que se mezcló con gente que reclama genuinamente por su derecho a una vivienda. Acusan al Gobierno nacional de incentivar más tomas por la promesa de tierras y vivienda como si fuera una dádiva. Pero se olvida que una semana antes su gobierno difundió en el diario Perfil que le iba a dar escrituras a la gente de las villas del sur. Como si esas promesas no hubieran tenido impacto sobre la gente.

Parece claro que Cristina Fernández decidió ponerse al frente de la situación con cambios drásticos, asumiendo errores propios y ajenos. No parece que las cosas vayan a seguir siendo como eran. Y no debería sorprender que le haya dado todo el poder a Nilda Garré para manejar la seguridad y ponerla al tope de la agenda pública. Tampoco que se haya puesto personalmente a sacar cuentas y buscar las soluciones habitacionales que reclaman esas y otras personas. Hace poco a Julio De Vido le dijo que no iba a mirar para atrás sobre lo que hicieron antes, pero que ahora “no más”. “Le dijo que se acabó la joda”, contó un secretario poderoso de ese ministerio, “les cortó todo”. Las cosas no serán como antes.

Macri y sus funcionarios generan enfrentamientos entre las personas, eso es cierto. Si se le reclama al Gobierno nacional que deje de negar la realidad, también hay que reclamarle a la administración local que asuma el impacto de sus palabras y su falta de gestión. Al no intervenir en la licuación de conflictos a través de políticas públicas integradoras e inclusivas, dejando que las tensiones se acrecienten y exacerben, promueve la violencia. Sus mínimas condiciones ideológicas lo ayudan: ahora quiso instalar una discusión típicamente europea en contra de la inmigración. Un debate hipócrita y oportunista olvidando que él mismo nació de un inmigrante semi-analfabeto. Lo que no dice es que Europa logró ser un continente que contiene a todos, o casi todos, los europeos. Aunque lo hizo pisoteando a los demás y fomentando divisiones y por esta región deberíamos ser conciente de semejante barbaridad. Sería oportuno apuntar a ser también un continente que contenga a todos los latinoamericanos, mientras cada país intenta la propia recuperación económica.

Siempre la gente quiere ir donde se vive mejor, donde la atienden mejor, donde se come mejor. Y los pobres e inmigrantes también, aunque a Macri le moleste. Habrá que aceptar que la recuperación económica y las políticas del Gobierno incluyeron a mucha gente en el sistema. Pero tal vez no estemos todos preparados para que haya tanta gente incluida que además reclama por sus derechos. Eso debería llamarnos a la reflexión.