El desafío del Gobierno es no aceptar la provocación. La oposición no tiene nada para ofrecer. El PF no comparte las banderas peronistas y por eso no irá a una interna con el oficialismo. La UCR se debate entre su ala derecha y su ala izquierda. La CC y el Proyecto Sur demuestran buenos cuadros intelectuales pero ineficacia y contradicciones internas.
La oposición crispada. Los desafíos de Cristina.
Patricia Barral
10-11-10
Hay una provocación. Pero no viene del oficialismo. Ahora sale de la oposición. Tal vez antes de la muerte de Kirchner para algunos sectores también salía de allí, pero no es la cuestión. No hay manera de entender algunas declaraciones de última hora, como las de Hilda González de Duhalde, entre otras, diciendo con esa impostada serenidad que Cristina debe dejar de reinar o que la muerte no redime al ex presidente. Debe ser difícil aceptar que había más adherentes al Gobierno de lo que decían las encuestas.
La oposición necesita volver a empujar al Gobierno a la confrontación. A la crispación (un concepto que los jóvenes militantes supieron reutilizar para advertir acerca de la pasión por Cristina con Crispasión). Revisando los últimos archivos no hubo ningún acto de la Mandataria, ningún concepto que remitiera o buscara el enfrentamiento. Tampoco de sus ministros. Hubo posturas públicas acerca de algunos temas o cuestiones pero eso no es confrontación. Ciertamente ahora se está forzando el desencuentro. Buscándole la lengua dirían en mi barrio. El Gobierno cometería un error si fuera hacia ese lugar al que lo están empujando.
Alfonsín exagera sus críticas al Gobierno después de que la interna de su partido lo obligara a hacerlo. La batalla interna con Julio Cobos, el llamativo vicepresidente opositor, lo hizo derrapar. Se saca fotos con 4 o 5 militantes jóvenes que portan remeras con su nombre y usa de manera éticamente cuestionable la figura de su padre para posicionarse. Atiende en la que fue su oficina, cerca de la que fue su biblioteca y sentado en el que fue su sillón. No está aún muy claro el pensamiento de Ricardo Alfonsín. Cuáles son sus banderas y cuáles las que le ayudaría a portar su partido que como el peronismo, empieza a verse escindido fuertemente entre un ala derecha (Cobos, Aguad) y una más volcada aparentemente a la centroizquierda (Alfonsín, Gil Lavedra).
Julio Cobos perdió el capital que había cosechado porque no pudo ofrecer nada nuevo después de la 125. Con ello demostró que su decisión, hoy interpelada incluso por aquellos que la aplaudieron, fue producto de un espasmo social y mediático, tal vez no muy pensado o analizado. Su única actitud después de cumplir aquel rol que terminó en el voto no positivo, articulado con la oposición, fue mantener la tensión en su cargo -para muchos inconstitucionalmente ocupado- y presentar un proyecto disfrazando la vuelta del servicio militar que reclaman los sectores más clásico y conservadores de la Argentina.
Cristina Fernández se quedó sola en un lugar. Habrá que ver si está cómoda en él en momentos personales tan difíciles. Sería oportuno que su mirada femenina pudiera comprender a qué se refieren algunos sectores cuando cuestionan la intolerancia de parte de su Gobierno y sus militantes. No todos son gorilas ni vende patria. En cambio se advierte un porcentaje de rigidez entre sus allegados que impide la articulación con gente que simpatiza sin ser militante. No parece acertado que se reclame tanto compromiso militante para no ser tildados de enemigos. Eso sí es sectario.
Empieza a quedar claro que la oposición, salvo tal vez algunos sectores de la centroizquierda, no tomarán las banderas plantadas últimamente en la Argentina. Si así lo quisieran los dirigentes del llamado Peronismo Federal por caso, se embarcarían en una disputa interna con el candidato que surja del oficialismo. Y discutirían desde adentro la forma de llevar esas banderas peronistas. Pero, aunque expresan lo contrario en los medios, no es la forma lo que cuestionan sino el fondo.
La centroizquierda conducida por Pino Solanas no parece capaz de conducir un Gobierno. Sus dirigentes son tal vez algunos de los intelectualmente mejor formados del país, pero la performance que están demostrando en la Legislatura por caso, llenos de dudas, contradicciones e ineficacia, deja una muestra de lo que serían gobernando.
Lo mismo parece ocurrir con la Coalición Cívica, un sector que perdió lo que había cosechado porque tampoco supo ofrecer algo nuevo, ni amoldarse ni mostrar crecimiento partidario. La falta de democracia interna los deja sin acción hacia fuera. Igual que el sector de Pino, llenos de contradicciones y sorprendente ineficacia.
Los grandes desafíos de Cristina no pasan por conducir el peronismo o manejar el gobierno sin Kirchner. Los desafíos deberían implicar el desmantelamiento de los enormes nichos de corrupción y negocios con amigos y aliados que hay en su Gobierno. Y esto no pone en duda la necesidad de construcción de una nueva clase empresaria en el país.
Debería abrir el diálogo y la discusión. Finalmente es lo que le están pidiendo y es menester que la sociedad conozca mejor a los actores; qué pide cada uno y de qué manera; y cuáles son sus posturas reales (no marketineras) sobre los grandes temas de la agenda nacional. El Gobierno debería demostrar que está en condiciones hoy de ponerse por encima de las diferencias manteniendo las banderas en alto. El poder no es otra cosa que la capacidad de regular las tensiones sociales. Y aquellos que las nieguen lo harán de manera intencionada. En un país como la Argentina las tensiones están a la orden a cada hora.
La Presidenta debería por último, despejar dudas en los sectores que dudan. Aquellos que no militan ni militarán pero se interesan por el país y quieren una sociedad mejor. Aquellos que interpelan con honestidad y sin saña partidaria. Interpelan porque tienen inquietudes, porque quieren algo mejor, porque hay cosas con las que no comulgan. Aquellos que, ideologizados, no transitan los caminos del kirchnerismo pero sí comparten sus objetivos finales. Tal vez ese sea el mayor desafío de Cristina. Contener y hacer que más ciudadanos se sientan incluidos en un proyecto, aunque no sean militantes fervorosos.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
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