lunes, 18 de enero de 2010

¿Quién es "el mundo" de Mauricio?

Mauricio Macri se consterna, se alarma y muestra vergüenza ajena, porque producto de la saga Banco Central-Martín Redrado el “papelón de los Kirchner se refleja en el mundo entero”. “El mundo nos pide previsibilidad”, dice su ex lado femenino, Gabriela Michetti en una suerte de cliché. Porque cuando encuentran una frase que les gusta, que parece políticamente correcta, que es fácil de memorizar y que suena mediáticamente a título, la usan todos. No está claro si se la pasan por mail o por mensaje de texto, pero todos los PRO se prenden a la teta de la frase y la repiten en cuanto minuto de micrófono consiguen.


Así es o fue con “no medimos el nivel de conflcitividad de Fino Palacios”, o con “necesitamos más institucionalidad”, o con que tenemos que construir un mensaje que “nos permita volver a ser parte del mundo”. Y la que se llevó los laureles últimamente: los Kirchner “logran que cada oportunidad se convierta en una crisis”. Parece que esa le encantó al Jefe de Gobierno porque había como una modulación especial, como un gesto de orgullo contenido cada vez que la pronunciaba.

Pero Argentina ya estuvo en el mundo. O creímos que era el mundo. Y todo aquello bien valió una autocrítica para muchos y una revisión profunda de esas posturas. Estuvimos en un mundo desigual, que dejó a millones en la calle con la enajenación del patrimonio y la destrucción de miles de puestos de trabajo. Más acá, ese mundo expulsó gente con la burbuja inmobiliaria, que terminó en una descomunal crisis financiera que parece no haber enseñado nada y mucho menos parece haber cambiado conciencias. Un mundo depredador, que no concibe “bajar un cambio” como le exige Macri a los Kirchner. Un mundo que va a la destrucción vestido de gala. Un mundo que como él está contento porque “hoy está arrancando otra vez, con posibilidades de inversión y de financiamiento”.


Un analista político mimado por los sectores del poder, dice que “a los Kirchner en determinadas ocasiones, les gusta comer sin cubiertos”. Sin comulgar con el columnista, hay que reconocer que tiene razón. Aún con obsenas contradicciones, como la corrupción o el veto a la ley de glaciares, por caso, los Kirchner defienden unas ideas interesantes, necesarias, defienden cambios imprescindibles, pero lo hacen brutalmente. Demasiado brutalmente. A lo loco. Pasando por encima de todo. Sin explicar. Aunque también es cierto que hay demasiados que no quieren escuchar explicaciones, que no quieren escuchar que las cosas deben necesariamente cambiar. Los Kirchner, en este sentido y no en el que dice Macri, sí nos hacen perder oportunidades.


¿Qué es la previsilidad que reclama el ingeniero y otros sectores afines a él? ¿Para quién es? ¿Cuáles son las certezas que “el mundo” le da a los más vulnerables del planeta? ¿A qué parte del mundo le tendríamos que estar cuidando el presente? Y el futuro..


Repite, también como un cliché, que si nos portamos bien “van a venir las inversiones” y con ellas “las fábricas” y con ellas “el empleo” y con el empleo “vamos a combatir la pobreza” y la gente “va a tener un buen trabajo”. Nunca dice nada sobre la necesidad de distribuir la riqueza. Nunca explica cómo se hace eso desde su perspectiva moderna, sin tensar más la cuerda de los recursos naturales y sin que los que más tienen, aflojen. Nunca se refiere a los especuladores financieros e inmobiliarios. Nunca cuenta por qué echó a tanta gente “pobre” de la Ciudad, desalojándola por unos pesos que no sirven para nada. “Les damos la plata y a los 4 meses vuelven sin un peso y en la miseria”, se me quejaba uno de sus funcionarios. Nunca explicó por qué armó la UCEP para levantar indigentes de la calle y robarles sus pertenencias. O por qué no dio prioridad a la vivienda social. O a la salud pública. Nunca explica tantas cosas.


Tampoco habla de los papelones de ese mundo que defiende cuando mata gente en guerras inventadas para quedarse con el agua o el petróleo. Cuando deja a millones sin sistema de salud. Cuando genera el derrumbe del sistema financiero, se lleva puesto a miles de empleos y sigue como si nada hubiera pasado. Cuando se reúnen para decidir las medidas para reducir el impacto del cambio climático y terminan peleando para ver quién hace menos y quién pone más, como si sólo con plata se resolviera. Los de ese mundo no son papelones, son errores por haber calculado mal algunas variables. Igual que con Posse o el Fino Palacios.


Exultante ahora con el triunfo de Piñera en Chile siente que le volvió el alma al cuerpo. Se refiere al electo presidente chileno por su nombre de pila. “Sebastián le puede dar (a Chile) un salto de modernidad y un espíritu emprendedor inédito en la historia”, como si en 20 años la Concertación no hubiera hecho nada. “También España va rumbo a un cambio de signo en el Gobierno”, vaticinó. Piñera dice que lo admira. Hay hasta como un aire de erotismo cuando hablan de ellos mismos. Como cuando se juntaron en la Legislatura con Aznar del PP. No está claro de qué habla Macri cuando habla de saltar a la modernidad o del espíritu emprendedor. Pareciera que confunde una buena escuela con chicos alimentados que pueden concentrarse, con un celular de última generación. O más claramente, que se le mezclaron los conceptos de progreso con los de su modernidad.


El quiere imprimirle el sello de la modernidad a todo. Por eso está llenando la ciudad de torres, desfigurando su fisonomía y aniquilando las variables urbanísiticas. El sumun de su proyecto es la modernización encarada en el Casco Histórico de Buenos Aires, que parece que ya hace demasiadas décadas que es viejo y nadie se ocupa de construir cosas nuevas.


Pero a decir verdad, Macri no es el único responsables. Los Kirchner terminan siendo funcionales a este mundo al que nos quiere llevar el jefe de Gobierno. Y la oposición todavía no sabe muy bien qué camino tomar. Salvo el sector de Pino Solanas, que sabe a dónde quiere ir pero no parece poder articular un cómo. Los medios y los comunicadores, en fin, no tienen tiempo para filosofar acerca de los caminos de la vida.


Aunque no guste, la verdad que ser moderno hoy sería casi como asumir que el mundo conocido acabó, que la naturaleza nos va a pasar por encima si no reparamos en las grietas que estamos abriendo en sus costados. Que el capitalismo estalló y hay que buscar nuevas formas de intercambio comercial, modificar los esquemas de producción y consumo y eliminar la idea conocida de sistemas financieros que mercadean con papeles y dinero invisible que solo sirven para enriquecer a los mejor acomodados y perjudicar a los más vulnerables.


Una mejor distribución de la riqueza implica necesariamente que los que tienen más acepten que no pueden seguir teniendo más e incluso, que deben ceder un poco. Que los adelantos tecnológicos deben ser más moderados. No es admisible que los celulares se recambien cada dos meses por ejemplo, generando la destrucción de recursos naturales y más y más cahatarra. No es admisible que en lugar de mejorar hábitos y costumbres, estemos tensando hasta lo imposible la cuerda de la armonía, incluyendo experimentos que vejan hasta la muerte a millones de animales utilizados para testeos no sólo médicos, sino cosméticos. No es admisible seguir usando los recursos como se nos da la real gana.


Hoy ser moderno es pensar en cómo vamos a hacer para que el planeta siga existiendo dentro de 20 años. O 10.